El sol y la luna se fundieron sin miedo en tus ojos y y para encender a
esos ojos el pecado es el que mas te ayuda. Le agradezco a mi
santo, el de los que no se creen ninguna, por haberme engañado otra vez y dejarme a tus
pies, como un ciego que busca y encuentra después de perderse hasta
enloquecer. Sería una real pena no volver a tocarte otra vez, sería una pena no
ver bien las señas del tanto del truco y
de tu alma que alumbra que calma y me saca entre buenas y malas de esta perdición.
